El acuerdo que marcó el futuro de Ceuta: fin de la crisis, españolidad y apertura de fronteras

editorial 1

Llegó de repente. De forma inesperada. Sorprendió a la mayoría de la ciudadanía que se disponía a activar el modo 'fin de semana'. La incredulidad inicial desembocó en un mar de dudas. ¿Y ahora qué? ¿Es ceder ante un chantaje? ¿Cuál es la letra pequeña de un acuerdo silencioso del que se deslizan a cuentagotas algunos matices?

El viernes fue un día crucial para las relaciones exteriores no solo de España, también de la Unión Europea, y que marcará, sin duda, los acontecimientos que se sucedan de cara a un futuro. Pero, sobre todo, es el inicio de un nuevo horizonte para Ceuta, Melilla y Canarias, y el fin de una era que, en principio, se da por cerrada.

Sin duda, a Sánchez tres años de legislatura le han dado para escribir un libro como prólogo de la Apocalipsis: pandemia, crisis de mayo, volcán, guerra… Pero también le podrán recordar, al menos aquí, en Ceuta, como el presidente que consiguió blindar su soberanía después de décadas de presiones por parte de Marruecos reclamando un territorio que ni le pertenece, ni históricamente nunca le ha pertenecido. Con ello, el acuerdo firmado entre España y Rabat obliga al país vecino a renunciar a toda pretensión colonizadora sobre las ciudades autónomas.

El viernes se puso un punto y final a ocho meses de continuas e intensas negociaciones, que han implicado a Mohamed VI, al Rey y al jefe del Ejecutivo, y que han concluido con el reconocimiento español al plan marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental y el compromiso de Rabat de renunciar a la demanda de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias.

El Gobierno español asume, con ello,  “la iniciativa de autonomía marroquí, presentada en 2007, como la base más seria, realista y creíble para resolver las diferencias” para acordar una solución a un conflicto que se arrastra desde 1975 y Marruecos, a su vez, se compromete a garantizar la “integridad territorial” de España.

Estos son los términos del acuerdo que supone el engrase de una "nueva etapa”, y el resumen de las dos principales reclamaciones de ambos. Si para Rabat el apoyo a la marroquinidad del Sáhara era una condición ineludible para retomar las relaciones diplomáticas, para España era también fundamental blindar Ceuta y Melilla.

Por eso el respeto a la “integridad territorial” de España era una de las cuestiones que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, lleva meses negociando, junto a la solicitud de que se abstengan de “toda acción unilateral”. Un modo de expresar que no vuelva a repetirse la avalancha de migrantes enviados por Rabat en mayo a las costas de la ciudad para presionar a España.

Estas son las contrapartidas que ha obtenido el Gobierno junto a, por supuesto, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas que permite con Marruecos en la lucha contra la inmigración, el narcotráfico y el yihadismo.

Se destensan las relaciones. Al fin regresa la embajadora alauita a Madrid. Es la luz al final del túnel. Las apuestas sobre la apertura de la frontera suben, y Ceuta inicia esta nueva etapa con el aplauso y respaldo del Gobierno de la Ciudad a las acciones emprendidas por el Ejecutivo de Sánchez.

Si la colaboración entre ambas administraciones ha sido perceptible desde la pasada primavera, y así lo reitera constantemente el presidente Vivas, este nuevo paso une, si cabe más, a Ceuta y Madrid para avanzar en ese futuro que tanto se busca, se desea y en el que se trabaja – entre otros, a través de esos planes estratégicos-.

Hasta el momento, las palabras del titular del Gobierno local se han ceñido a valorar como “muy positiva” esta nueva etapa, en la que, eso sí, expresan su apoyo explícito a la andadura iniciada por el Ejecutivo de Sánchez.

Por su parte, las reacciones entre los partidos locales no se han hecho esperar, formando tándem con las dos administraciones. Valoración, sobre todo, de ese reconocimiento a la soberanía de Ceuta, que salió a la palestra por primera vez el pasado mayo y desde entonces no ha hecho más que coger fuerza.

La nota discordante la vuelve a dar la ultraderecha, o por desconocimiento de la causa, o por su ya tradicional actitud de criticar todo lo que no sea Vox o, quizá, porque el futuro que se ha empezado a diseñar para la ciudad no es el de su agrado.

Entrando en la página solicitada Saltar publicidad