Dejen de poner palos en las ruedas del futuro de Ceuta

sanchez mohamed

Que en sólo unos pocos meses Ceuta pueda ver como por el Tarajal entran y salen mercancías de forma ordenada desterrando el porteo a la categoría de imagen del pasado, aunque vergonzante, bucólica, es un hecho histórico que ni los más optimistas del lugar imaginaron. Es indubitada, incontestable y absolutamente bueno para el futuro desarrollo de la ciudad. Para su estabilidad, su paz y su progreso económico. Las posibilidades que se abren son no diremos que infinitas pero sí enormes para amplios sectores del tejido económico local. Desde la construcción a los abastecimientos pasando por la exportación, los agentes de aduanas, el propio puerto y un largo etcétera que seguramente ahora es incluso difícil de imaginar y en el que es probable que entre, por ejemplo, el notable impacto que la “prosperidad compartida” y por ende la estabilidad da ya, hoy, no el mes que viene a los proyectos tecnológicos que apostaron por instalarse aquí y a los que puedan llegar.

No sólo eso, el hecho de que el acuerdo intente profundizar en otros aspectos tal vez menos llamativos como el educativo o el cultural le abre incluso a la Universidad de Granada la oportunidad de convertir el campus de Ceuta en un polo de atracción formativa internacional que puede ofrecer incuantificables beneficios en el corto plazo, pero más aún en el largo. De un plumazo además dota al futuro proyecto de la Ciudad de la Formación Profesional de una dimensión mucho mayor ¿O nos sobra talento?

Hasta ahora, desde que hace apenas unas semanas la carta enviada por Pedro Sánchez a Mohamed VI abriera un nuevo escenario completamente inédito en las relaciones con Marruecos, había habido gestos que venían a refrendar lo que más interesa a ceutíes y melillenses, el respeto de su vecino del sur a su pertenencia a España. La alusión a la renuncia a las acciones unilaterales como las que habían tensado las relaciones (cierre de la aduana comercial de Melilla, cierre del porteo en Ceuta, entrada de más de 10.000 marroquíes el pasado mayo en Ceuta, por citar los tres más relevantes) era un punto importante. Que Pedro Sánchez visitara como presidente del Gobierno las dos ciudades autónomas sin que Marruecos rechistara era otro gesto simbólico que probaba que el acuerdo es fiable.

Este jueves en Rabat se sumaron otros dos aún mayores. No debería pasar desapercibido a nadie el insólito hecho de que un presidente del Gobierno de España hable sin tapujos de las fronteras de Ceuta y Melilla, y además para bien, en el palacio real de Rabat. Pero que además se anuncie en ese escenario que Ceuta contará con una aduana comercial en el Tarajal es empezar a pasar de las palabras a los hechos.

Sí, de momento son también sólo palabras, pero palabras que anuncian hechos nuevos, inéditos, ambiciosos y ambicionados durante décadas por la sociedad ceutí. No es cualquier cosa. Y a las palabras y sólo palabras se les ha estado dando muchas vueltas en la prensa nacional (más en la de derechas que en la de izquierdas, pero en las dos). La carta de Sánchez, sus palabras, han sido analizadas hasta la extenuación mental, rayando en la tortura psicológica en algunos casos, siempre para vilipendiar la acción del Gobierno, el acuerdo. Si Sánchez añade ese famoso “más” que es lo único en lo que ha cambiado la posición del Gobierno desde que Zapatero ya diera un paso similar en 2007 -antes la postura de Marruecos era una opción creíble, ahora es la más creíble- es unánimemente interpretado como una traición, rendición y entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos. Ver para creer. Cualquier cosa sirve a algunos salvadores de la patria para atacar al Gobierno. Incluso que Marruecos se avenga, no con palabras, con ¡hechos!, a reconocer por primera vez que tiene unas fronteras ante Ceuta y Melilla con España y con la Unión Europea.

A los negacionistas ahora sólo les queda la desconfianza. La desconfianza rara vez construye algo. Más bien destruye. La desconfianza podía tener cierta justificación en un principio dada la trayectoria de Marruecos en los últimos años con respecto a Ceuta y Melilla, pero seguir manteniéndola y no enmendándola sólo demuestra a las claras una única cosa: la patria les importa menos que sus intereses políticos y editoriales. Hay ya suficientes gestos encima de la mesa, importantes, de peso, contundentes, para empezar a creer que esto va en serio.

Como mínimo, el mínimo exigible, sería la prudencia, el respeto, la cautela. Lo digno, lo honrado y la posición de Estado sería, como poco, esperar en escrupuloso silencio a ver cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos meses hasta la cumbre de alto nivel que se celebrará para rematar los grupos de trabajo antes de que finalice este año. O por ejemplo, lo que ha hecho la Cámara de Comercio -ajena a la trifulca política- ponerse a disposición para trabajar en lo que pueda redundar en un mayor progreso (generación de empresas y empleo) para la Ciudad. Lo contrario, el seguir expresando una desconfianza de forma exacerbada sin elementos objetivos, reales y palpables que la justifiquen es poner palos en las ruedas del futuro de Ceuta y de Melilla.

Dos ciudades autónomas que a diferencia del Sáhara (parece inaudito tener que recordar esto a quienes se visten de expertos estadistas) son españolas y europeas. Dos territorios españoles incluidos en la Estrategia de Defensa Nacional tras lo vivido en mayo del pasado año -no hace ni 12 meses- en Ceuta. Aparecen ahí por voluntad del Gobierno de la Nación, hoy representado de forma muy digna por Pedro Sánchez, pero también por recomendación de los Servicios de Inteligencia. Menos golpes en el pecho con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y Defensa del Estado y más respeto a las decisiones de este calado, cabe reclamar.

Porque hay que ser muy claro en este punto: Seguir azuzando mediática y políticamente unas dudas, que los hechos convierten en infundadas, a que el acuerdo sea justo lo contrario a lo que los gestos nunca antes vividos ni vistos apuntan, el reconocimiento por parte de Marruecos a la españolidad de Ceuta y Melilla y su renuncia de facto a la reivindicación histórica sobre ambas ciudades, es abonar el terreno para que Marruecos pueda dar marcha atrás cuando entienda que le convenga; es poner palos en las ruedas del progreso de Ceuta y Melilla, de la paz, la estabilidad y el bienestar de sus compatriotas ceutíes y melillenses. Y también canarios.

Lo vivido en el Congreso el jueves sólo cabe entenderlo así. Y aquí hay que apuntar que por el momento el principal partido de la oposición, el Partido Popular, cuyo recién investido líder, Alberto Núñez Feijóo, busca recuperar la posición tradicional de la formación de partido de Estado votó ayer en contra del Gobierno, del acuerdo, y de Ceuta y Melilla, junto con Bildu, ERC, Podemos y VOX. Curioso equipo. En política no vale todo para desgastar al Gobierno. Absténgase de seguir disparando a Sánchez con el futuro de Ceuta y Melilla. Eso sí, el propio Feijóo, preguntado este viernes por si revertiría el acuerdo llegado a la Moncloa, no se ha atrevido. Algo es algo. Pero la duda, en este caso, no ayuda, no suma, obstaculiza y resta. Si son tan amigos de Ceuta y Melilla, si son tan defensores de la patria ¿A qué están esperando? ¿Por qué siguen mirando las ruedas de los transportes de mercancías que aspiran a cruzar el Tarajal con un palo en la boca y en la mano?

Esperamos y deseamos que la autorizada voz del presidente Vivas en el PP sea escuchada con atención. Él no tiene dudas. Por algo será. Esperamos y deseamos que la voz, la habilidad y el conocimiento de Ceuta de Juan Bravo se alce en la Ejecutiva Nacional del PP. La labor titánica de Sánchez y Albares para convertir la crisis abierta con Marruecos en una oportunidad histórica para las dos ciudades merece igualmente su esfuerzo titánico por hacer entrar en razón y en políticas de Estado a su partido.

Tres últimas cosas que no parece tampoco adecuado pasar por alto. Si Marruecos acepta ahora establecer una aduana comercial por la que las mercancías entren y salgan en “régimen de expedición comercial” -palabras textuales de Sánchez- es posible también por la posición contundente, unánime y sin fisuras que mostró la Unión Europea ante lo sucedido el pasado mes de mayo. Parece pues, que a los gestos vividos en las últimas dos semanas, hay que sumar un peso de fondo, a Marruecos no le queda otra tampoco que reconocer que tiene dos fronteras terrestres con la Unión Europea y por tanto tienen que gestionarlas y dotarlas como tales y no como falsos pasos fronterizos.

El horizonte de contar con una aduana comercial no puede servir tampoco de excusa para que el Gobierno de Ceuta y el de España dejen de trabajar en el Plan Integral para las dos ciudades autónomas. La medida debe reforzar el documento, abre nuevas oportunidades, pero sería un error de base volver a fiarlo todo o casi todo a una sola carta. Hace falta trabajar para seguir afianzando un cambio de modelo económico en las dos ciudades, un cambio en el que sin duda ahora tendrá que tener un peso importante el tránsito fronterizo, pero la idea inicial debe prevalecer, que sume, pero que no sea la única opción como sucedía antes. Eso evitará futuras crisis y templará tentaciones.

De otra, el Sáhara. Analistas de izquierda y derecha, medios y fuerzas políticas nacionales se empeñan en señalar que lo del Sáhara está claro y lo de Ceuta y Melilla no tanto. Hasta ahora sobre el Sáhara sólo hay palabras oficiales, bienintencionadas, y que pueden ser igualmente ambiguas si se quiere. Sobre Ceuta y Melilla además de palabras hay gestos, proyectos en marcha. El problema del Sáhara no se ha resuelto con la carta de Sánchez. Hay espacio para trabajar, para seguir trabajando, si es que tanto nos importan ahora sus problemas. Busquen en la hemeroteca cuántas menciones al Sáhara y cuántas a Venezuela ha habido en los últimos años por parte de los partidos políticos nacionales y sus líderes, cuántas iniciativas, cuántos artículos en prensa. Parece conveniente si es un error, al menos reconocer el acierto y los beneficios para España, sí, para Ceuta y Melilla y Canarias del acuerdo alcanzado. Cada cuál que elija su patria, la saharaui o la española.