La vicepresidenta Calvo cree que la "agresión" a la frontera "no puede formar parte de las relaciones de buena vecindad"

Crónica del segundo día de la crisis

El despliegue de las fuerzas de seguridad y del Ejército en la playa de El Tarajal ha dejado en los ceutíes una sensación de irrealidad provocada por una sucesión de acontecimientos que nadie habría podido imaginar antes de la madrugada del lunes.

photo_camera Ceuta, segunda jornada de la crisis migratoria

Mientras la tensión acumulada a lo largo de estos dos últimos días va aparentemente relajándose, los ceutíes continúan intentando reponerse del impacto causado por unos sucesos que han venido a cuestionar su seguridad.

Tras la visita del presidente Pedro Sánchez a Ceuta y Melilla, la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, calificaba de “agresión” la entrada masiva de migrantes a la ciudad. “No puede formar parte de las buenas relaciones de vecindad”, ha asegurado.

La valoración de la número 2 del Gobierno llegaba tras un día complicado. La playa de El Tarajal ha sido el escenario principal este martes para la crisis migratoria que arrancaba la madrugada de ayer con la llegada a través del espigón de Benzú de un centenar de migrantes. Lo que entonces parecía un problema de control migratorio se transformaba horas después en un drama. La última cifra oficial sobre el número de marroquíes que han podido entrar en Ceuta de manera irregular en el transcurso de las últimas horas la proporcionaba el propio ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, quien aseguraba que el contingente de migrantes llegado a la ciudad rondaba los 6.000. Una estimación de la que, pese a todo, nadie puede estar absolutamente seguro.

La segunda jornada de la crisis arrancaba muy temprano con escenas insólitas que apenas 48 horas antes habrían resultado inimaginables. Agentes de las fuerzas de seguridad españolas repeliendo con sus escudos las piedras llovidas desde territorio marroquí, tanquetas desplegadas sobre la arena de El Tarajal, militares reteniendo a migrantes y clasificándolos por edad en la misma playa.

La aparición de las fuerzas de seguridad y el Ejército permitió, aunque no sin esfuerzo y hasta que no transcurrieron varias horas, contener la llegada de migrantes, que de madrugada había sido incesante.

A lo largo de toda la mañana, decenas de marroquíes se lanzaban al agua tratando de ganar la costa ceutí, objetivo que muchos de ellos lograban. Paulatinamente, militares, policías y guardias civiles fueron haciéndose con el control de la situación. La mayoría de los que llegaban a la playa eran devueltos poco después al otro lado de la frontera.

Entre los marroquíes, inmensa mayoría durante los escarceos del lunes, se colaban grupos de subsaharianos. Algunos de los nadadores llegaban exhaustos a la orilla y tenían que ser asistidos por los militares, en primer lugar, y más tarde por los servicios sanitarios de la Cruz Roja.

Una muchedumbre de cientos de personas se agolpaba frente a la frontera española esperando la oportunidad de pasar al otro lado. Por momentos, la actitud de los concentrados iban adquiriendo un tono violento, que se evidenció cuando los agentes españoles se vieron obligados a cubrirse con sus escudos de las pedradas lanzadas desde territorio marroquí.

Los agentes comenzaron a utilizar botes de humo para disuadir a los violentos. En torno a mediodía, un grupo numeroso de marroquíes se desplazaba hacia la valla fronteriza en el tramo que discurre junto al polígono de El Tarajal, lo que provocó la inmediata reacción de las fuerzas de seguridad.

Con el transcurso de las horas, el número de marroquíes que conseguían tocar suelo español se iba reduciendo y aquellos que lo conseguían eran inmediatamente devueltos a Marruecos.

Todo el trabajo de las fuerzas de seguridad se veía entorpecido por las autoridades marroquíes. Los agentes del otro lado abrían las puertas a los migrantes para que pudieran encaminarse sin trabas hacia la frontera española.

 Mientras estas escenas se sucedían en El Tarajal, las calles del centro de la ciudad amanecían con la imagen de decenas de jóvenes marroquíes deambulando sin destino aparente. Los recién llagados parecían sorprendidos y hasta halagados por la atención que habían despertado entre los transeúntes. Al tiempo, los ceutíes no ocultaban su estupefacción por la presencia de los muchachos.