Todos procedían de Guinea Conakry, aunque nadie podía saberlo. Ni los agentes de la Guardia Civil que interceptaron la patera y detuvieron al patrón, ni los voluntarios de Cruz Roja que los asistieron, ni los lectores del periódico del día que escrutaban sus rostros en la fotografía que ilustraba la noticia. El pasado 27 de enero la embarcación en la que viajaban fue descubierta a una milla de la playa de El Sarchal. Todos eran guineanos. Pero ninguno estaba en situación de saberlo.
De los 669 residentes que a día de hoy ocupan las dependencias del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), 298 son nacionales de Guinea Conakry. El grupo de guineanos constituye la primera nacionalidad en número, seguidos, de lejos, por los 157 cameruneses que aguardan en las dependencias del centro su salto a la Península.
África es un concepto difuso para la inmensa mayoría de quienes, de este lado de la frontera, son testigos del tráfago inacabable de personas que acceden de manera clandestina a España. La geografía de la infamia no distingue Liberia de Costa de Marfil, Senegal de Sierra Leona. El continente africano es percibido como un gran país, una suerte de confuso magma de identidades del que todos proceden. Porque, ¿alguien se ha preguntado alguna vez dónde está Guinea Conakry?
59 años de esperanza de vida
La República de Guinea se halla situada en la costa oeste de África sobre una superficie que representa aproximadamente la mitad de la de España. De los poco más de 11.400.000 habitantes que pueblan el país, el 85% profesa la fe musulmana. Casi la mitad de los guineanos no han alcanzado todavía los 18 años. Junto a la frontera con Costa de Marfil se extienden los montes Nimba, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Las primeras elecciones democráticas de su historia se celebraron en 2010.
Los miembros de la expedición que alcanzó las costas de El Sarchal habrían podido explicar a sus rescatadores que hasta llegar a esa fecha la vida en su país había sido sacudida por no pocas convulsiones. Hasta esa fecha y aun después.
Desde su independencia en 1958 y hasta 2008, la República de Guinea había conocido tan sólo dos presidentes. A la muerte del último de ellos, el ejército toma el poder en un proceso que culmina dos años más tarde con la celebración de las elecciones presidenciales.
Este camino hacia la democratización del país vivió en 2009 un episodio sangriento. Ante el aplazamiento de las elecciones, comienza a cundir el temor de que los militares hayan resuelto, finalmente, no devolver el poder a la población civil. Esta inquietud se plasma en una manifestación que recorre las calles de Conakry el 28 se septiembre. La movilización es severamente reprimida. Según constataría más tarde Naciones Unidas, los heridos se contaron por centenares. 160 personas fallecen, la mayoría de ellas a causa de heridas infligidas por arma de fuego.
El proceso de transición democrática conoce, cuatro años después de estos luctuosos sucesos, un nuevo avance. El 28 de septiembre de 2013 se celebran elecciones legislativas, en un camino no exento de sobresaltos. El nuevo presidente, Alpha Condé, había sido víctima de un atentado apenas dos años antes.
El país se sometía a nuevas elecciones presidenciales, que se saldaban con la reelección de Condé. Amnistía Internacional denunciaba en los días previos a las elecciones detenciones ilegales de activistas.
Pese a los avances, ya hay quien teme que el viejo presidente, de 78 años, ceda a la tentación de promover una modificación de la constitución del país para garantizarse un nuevo mandato.
El pequeño Émile
Probablemente, cualquiera de los muchachos de la patera recordaría, en el trance de ser remolcado hasta la costa, al pequeño Émile Oaumouno. En su diminuto cuerpo, el de una criatura de apenas dos años, nació la epidemia de ébola que sumió en el caos el país durante dos años.
Corre diciembre de 2013 cuando los familiares del chiquillo, residentes en Meliandou, una localidad cercana a las fronteras de Liberia y Sierra Leona, se alarman ante el debilitamiento del estado de salud del niño. Dos días más tarde, Émile fallece. Los miembros de su familia ya habían sido contagiados. Comenzaba una pesadilla que no concluiría hasta diciembre del pasado año, mes en el que, oficialmente, el país quedaba libre de la epidemia.
El ébola se cobró la vida más de 2.500 guineanos y dejó las ya de por sí insuficientes estructuras sociosanitarias del país condenadas a la más desoladora precariedad. La enfermedad, además, colocó a Guinea en situación de riesgo de hambrunas. Acción contra el Hambre, que alertó de la amenaza, cuantificó en 130.000 las toneladas de arroz que se dejaron de producir a consecuencia de la epidemia. Según el Programa Mundial de Alimentos, casi 2 millones de guineanos padecen inseguridad alimentaria.
Guía para desorientados
Según el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), empleado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Guinea es el octavo país más pobre del planeta. El IPM no sólo considera magnitudes económicas sino que también estima otros aspectos como el acceso a la educación, la sanidad o la calidad de vida.
El 60% de los guineanos vive por debajo del umbral de la pobreza. La renta per cápita en Guinea se cifra en unos 400 euros. En España alcanza los 2.780.
El gasto en educación per cápita ronda los 14 euros. El correspondiente a salud apenas alcanza los 7. La tasa de alfabetización no llega al 30%. La esperanza de vida se sitúa en 59 años.
Éste es el país de donde vienen.
