Muertes sin homenaje: el silencio sobre la tragedia de la inmigración

Al menos doce migrantes muertos han sido hallados en Ceuta desde julio pasado. Ni la Ciudad ni la Delegación han organizado gestos públicos para denunciar esta tragedia. 

Aguas de El Tarajal, donde el 6 de febrero de 2014 fallecieron ahogados 14 migrantes (C.A.)
photo_camera Aguas de El Tarajal, donde el 6 de febrero de 2014 fallecieron ahogados 14 migrantes (C.A.)

La docena de personas muertas desde julio del pasado año mientras trataban de acceder de manera irregular a Ceuta procedentes del país vecino no han merecido ni el más modesto recuerdo de las instituciones. A mediados de septiembre, por citar un caso, una embarcación de recreo localizaba el cuerpo sin vida de un joven de 20 años a 2,5 millas de Benzú.  24 horas más tarde, otro cadáver era encontrado flotando en aguas de La Ribera. En esa misma playa, apenas dos días después, la Guardia Civil recuperaba el cuerpo en descomposición de otro migrante.

Solo en diciembre fueron descubiertos los cadáveres de otros cuatro jóvenes.

2023 no comenzaba mejor. Otro migrante fallecido aparecía el pasado miércoles en aguas del puerto. El jueves, un joven de 20 años, natural de Guinea Conakry, fue hallado muerto colgando de un árbol junto al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Después se supo que había sido expulsado del centro de manera temporal como medida sancionadora.

La falta manifiesta de una sensibilidad institucional hacia estas muertes, no menos trágicas por frecuentes, conduce al fenómeno de la normalización de una situación que, en otros contextos, nadie dejaría de considerar extraordinaria.

El fenómeno migratorio, en general, y las muertes de los migrantes, en particular, son contempladas con la misma perspectiva con la que se aborda las alteraciones del orden público o los sucesos. Esta actitud hacia la inmigración no es nueva. A finales de los 80, en el Campo de Gibraltar, el descubrimiento de un cadáver en las playas de la comarca era acogido como un acontecimiento intolerable. Las instituciones y la sociedad local mostraban una actitud compasiva y solidaria. La muerte se convirtió, en los años sucesivos, en un espectáculo cotidiano. El hallazgo de cadáveres en aguas campogibraltareñas llegó a ser un acontecimiento aceptado, cuya habitualidad alejó del centro de la atención pública la tragedia de la inmigración. Una parte no desdeñable de la sociedad civil seguía poniendo el grito en el cielo, pero las instituciones públicas comenzaban a relegar la cuestión de sus agendas.

Algo similar viene ocurriendo en Ceuta desde hace años, donde las llamadas a la denuncia y la solidaridad de los responsables públicos cuando se desvela la aparición de otro cadáver pueden contarse con los dedos de la mano. Por ejemplo, la muerte del joven residente del CETI cuyo cadáver se descubrió el viernes solo ha merecido la denuncia de dos oenegés y de la formación localista Ceuta Ya! Por supuesto, ni la Ciudad ni la Delegación del Gobierno han tenido gesto alguno ni en este caso ni en los anteriores.

La falta de sensibilización hacia el fenómeno migratorio y la normalización de la muerte, íntimamente ligada a aquel en escenarios como el Estrecho de Gibraltar y Ceuta, apenas si queda neutralizada una vez al año con la celebración de la Marcha por la Dignidad, una manifestación organizada desde 2014 para recordar a los 14 migrantes fallecidos el 6 de febrero de aquel año en aguas próximas al espigón de El Tarajal. La próxima se celebrará el próximo 4 de febrero.

 

Entrando en la página solicitada Saltar publicidad