Las guerras anecdóticas en torno a Ceuta y Melilla

España y Marruecos parecen haber consolidado su colaboración en asuntos estratégicos como el control de los flujos migratorios y la política de cooperación antiterrorista. Pero las dos ciudades autónomas continúan siendo motivo de fricción entre los dos países

Bandera de Ceuta en un barco atracado en el puerto deportivo (C.A./ARCHIVO)

Tras muchas convulsiones y desencuentros, todo parecía camino de reconducirse. Al menos, en los términos en los que las volubles relaciones hispano-marroquíes pueden ser reconducidas.

Hacía apenas cuatro meses que los gobiernos de España y Marruecos habían suscrito un comunicado conjunto de 16 puntos por el que se constataba la determinación de ambos países de reconstruir sus relaciones, dañadas por los incidentes que culminaron en mayo de 2021 con la entrada masiva de más de 10.000 personas en Ceuta procedentes del país vecino.

Corría agosto de 2022, cuando el rey Mohamed VI pronunciaba un discurso conciliatorio en el que no hacía referencia alguna a la reivindicación marroquí sobre la soberanía de Ceuta y Melilla. Un observador escasamente avezado podría haber concluido que, desde este punto, las cosas no podían sino mejorar. A pesar del presunto caso de espionaje de los teléfonos del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y dos de sus ministros por los servicios de inteligencia marroquíes. Pese a la resistencia de Rabat a cumplir con el acuerdo para la apertura de aduanas comerciales en Ceuta y Melilla.  Incluso sin considerar el escrito que el Gobierno marroquí remitió al Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU subrayando que su país no tenía fronteras terrestres con España.

Pese a todas las adversidades, 2023 parecía que podría ser diferente.

Las cosas, sin embargo, no han cambiado en lo esencial para Ceuta y Melilla. España y Marruecos parecen haber consolidado su colaboración en asuntos estratégicos como el control de los flujos migratorios y la política de cooperación antiterrorista. Pero las dos ciudades autónomas continúan siendo motivo de fricción entre los dos países.

 

Pequeñas guerras

Estas disensiones en torno a Ceuta y Melilla se expresan tradicionalmente, tal y como lo han hecho este año, a través de polémicas fundamentalmente anecdóticas, asuntos baladíes que, sin embargo, portan la suficiente pólvora simbólica como para hacer explotar las sensibilidades más patrioteras en uno y otro lado el Estrecho.

Las tres pequeñas inanes guerras de este año comenzaron en abril tal y como se inician estas controversias en el ámbito de las relaciones hispano-marroquíes: con las declaraciones de un responsable político demasiado bocazas.

Enaam Mayara, presidente del Senado marroquí y miembro del comité ejecutivo del partido nacionalista marroquí Istiqlal, calificó Ceuta y Melilla de «ciudades colonizadas» e hizo un llamamiento a su integración en Marruecos a través de la negociación. «El Partido Istiqlal cree que algún día Marruecos recuperará las ciudades ocupadas de Ceuta y Melilla, no con armas, sino a través del diálogo y negociaciones serias con la vecina España", aseguró el político marroquí. Mayara creyó que unas declaraciones de esta índole serían su mejor aportación a la celebración del primer aniversario del restablecimiento de las relaciones hispano-marroquíes.

Las consecuencias fueron las esperadas. El Gobierno español encomendó la refutación de las palabras de Mayara a su ministra de Defensa, Margarita Robles, quien insistió: «Ceuta y Melilla son españolas». El PP utilizó la polémica para dudar de la disposición del Gobierno de Pedro Sánchez a defender las dos ciudades autónomas. Y el propio Mayara, sorprendido por la repercusión de sus palabras, hizo un intento por dar marcha atrás.

La segunda irrelevante guerra se desató a caballo entre mayo y junio. En una nota verbal remitida a la Embajada de Marruecos en Madrid, el Ministerio de Asuntos Exteriores mostraba su profundo malestar por el documento que el país vecino había remitido a la Comisión Europea e el que se hablaba de Ceuta y Melilla como ciudades marroquíes.

Rabat no tardó en replicar. Los marroquíes justificaban la necesidad del documento enviado a la Comisión Europea en su derecho a dar réplica a unas declaraciones del responsable europeo de Inmigración, Margaritis Schinas, en las que, a su vez, hablaba de Ceuta y Melilla como ciudades españolas.

El portavoz del Gobierno de Marruecos, Mustafa Baitas, salió al paso para no hurgar más en la herida. Baitas quiso diferenciar entre la postura de su país sobre las declaraciones de Schinas y las relaciones con España. Aseguró que las relaciones bilaterales con Madrid estaban basadas en «la confianza, coordinación conjunta y respeto mutuo». Y ahí quedó todo.

La última trifulca adquirió un cariz cartográfico. En agosto, trascendía que la embajada de Marruecos en Madrid publicaba un mapa en el que se integraba Ceuta y Melilla bajo la soberanía el país vecino. Tal y como hacían hasta no hace mucho los mapas del tiempo de las televisiones públicas y privadas españolas.

El desarrollo de este último contencioso no pudo tener un guion más previsible. El presidente de Ceuta, Juan Vivas, salió a la palestra para defender la españolidad de su tierra. Su homólogo en Melilla, por lo común más vehemente que su compañero ceutí, exigió una «protesta formal» del Gobierno de España. La diplomacia española volvió a insistir: no hay dudas acerca de la españolidad de Ceuta y Melilla.

A la espera de que en el último trimestre del año puedan volver a reeditarse nuevas pequeñas disputas como las hasta aquí narradas, el estado de las relaciones bilaterales entre España y Marruecos parece pacificado. A pesar de los incumplimientos de algunos de los acuerdos suscritos en abril de 2022 por los gobiernos de ambos países. Incumplimientos de los que, por cierto, Ceuta y Melilla son principales damnificadas.