La historia de la armada rusa en Ceuta y sus seis años de relación

Entre 2010 y 2016, más de 60 buques y 11.000 soldados de la armada rusa pasaron por el puerto de Ceuta, donde se beneficiaron de un acuerdo de 1962 con la URSS. Sin embargo, esta presencia naval provocó la protesta de Reino Unido, Estados Unidos y la OTAN

Un buque militar ruso, atracado en Ceuta (C.A./ARCHIVO)
photo_camera Un buque militar ruso, atracado en Ceuta (C.A./ARCHIVO)

Durante seis años, el puerto de Ceuta fue una escala habitual para los buques de la Armada rusa que navegaban entre el Mar del Norte y el Mediterráneo. España autorizó estas visitas en virtud de un acuerdo de 1962 con la URSS, que beneficiaron a la economía local con unos 5 millones de euros.

Sin embargo, la presencia naval rusa en el estrecho de Gibraltar generó tensiones con Reino Unido, Estados Unidos y la OTAN, que la consideraron una amenaza para la seguridad y la estabilidad de la región. En 2017, España decidió cortar la relación con la armada rusa, y solo permitió dos escalas más. El actual conflicto en Ucrania hace hoy impensable una situación como la vivida en Ceuta, que en julio de 2021 recibió una solicitud de Rusia para volver a acoger a su flota, que fue rechazada y los buques rusos ya no han vuelto a atracar en el puerto de Ceuta.

El acuerdo que permitió la llegada de los buques de la armada rusa al puerto de Ceuta se remonta a 1962, cuando España y la entonces URSS firmaron un convenio por el que la flota mercante soviética se establecía en Canarias para aprovisionarse de harina de pescado. Este acuerdo fue renovado en 2010 por el gobierno de Putin, que solicitó al gobierno de España el permiso para que sus buques de guerra pudieran escalar en Ceuta, en sus periplos desde el Mar del Norte al Mediterráneo oriental, donde luego intervendrían en el conflicto sirio.

El gobierno de España, tras consultar con los ministerios de Defensa y Exteriores, dio el visto bueno a la petición rusa, y el puerto de Ceuta aprovechó este nicho de mercado para ofrecer sus servicios a la flota rusa. Los permisos concedidos por España eran comunicados a la OTAN y también a Rabat, según fuentes diplomáticas.

Así, entre 2010 y 2016, el puerto ceutí recibió a más de 60 buques y unos 11.000 soldados de la armada rusa, pertenecientes a las flotas del Mar de Norte y del Mar Negro. Entre ellos, se encontraban destructores antisubmarinos como el ‘Severomosk’, cruceros portamisiles como el ‘Mariscal Ustinov’, buques tanque como el ‘Dubna’, patrulleros de última generación como el ‘Vrisly Bykov’, o submarinos como el ‘Novorosiysk’.

Los buques rusos se aprovisionaban de combustible y alimentos, y sus tripulantes aprovechaban para descansar y visitar la ciudad, donde realizaban compras y disfrutaban del ocio. La presencia de la armada rusa supuso un pequeño respiro económico para Ceuta.

Sin embargo, la presencia naval rusa en el puerto español del Estrecho no pasó desapercibida para Reino Unido, Estados Unidos y la OTAN, que protestaron por lo que consideraban una amenaza para la seguridad y la estabilidad de la región. 

Soldados rusos
Soldados rusos de paseo por la Gran Vía (Archivo)

La tensión diplomática se agudizó en octubre de 2016, cuando España autorizó la escala en Ceuta de tres buques de la flota rusa que se dirigían hacia Siria. El embajador ruso en Madrid, Yuri Korchagin, comunicó la retirada de las solicitudes de escala después de que el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Ignacio Ybáñez, le pidiera aclaraciones sobre la posibilidad de que los tres buques que iban a aprovisionarse en el puerto ceutí “participaran en labores de apoyo a acciones bélicas sobre la ciudad siria de Alepo”.

En 2017, el gobierno de España decidió cortar definitivamente la relación con la armada rusa, y solo permitió dos escalas más, en noviembre de 2018 y en junio de 2019. Con ello, se acabó el vínculo que había unido a Ceuta con la flota rusa durante seis años.

En julio de 2021, Rusia solicitó que su flota volviera a repostar en Ceuta, como lo hizo durante cinco años en la década pasada. Un dilema complicado, donde el Ejecutivo debía elegir entre darle un balón de oxígeno a la economía de la ciudad a costa de estrechar lazos con Moscú, cuyas relaciones con la OTAN, Washington y Bruselas pasaban por un momento crítico. Finalmente, la respuesta fue negativa.